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Estudiantes del séptimo grado trabajando en el mural. Crédito: UNICEF Colombia
Estudiantes del séptimo grado trabajando en el mural. Crédito: UNICEF Colombia
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La escuela, el lugar donde la niñez pasa más tiempo, es clave para la prevención de violencias

18 de agosto de 2025

En un colegio del departamento de Arauca en Colombia, una clase de séptimo grado convirtió un mural en un espacio donde niñas, niños y adolescentes pueden reflexionar sobre los estereotipos de género y la violencia contra las infancias, contribuyendo a crear una escuela libre de violencias.

Para Diba, profesora de una escuela en el departamento de Arauca, frontera de Colombia con Venezuela, que los niños dijeran que las niñas no podían jugar fútbol o que sentarse con las piernas cruzadas era “cosa de niñas” eran situaciones de todos los días.

Hoy, Diba ha logrado que un mural se convierta en un espacio de reflexión sobre el respeto, haciendo frente a los estereotipos de género que reproducen las violencias en el entorno escolar.

En zonas de frontera, como Arauca, las instituciones educativas reciben a estudiantes que han migrado desde otros países, que se han visto obligados a desplazarse desde otras regiones del país por el conflicto armado, así como a quienes cruzan la frontera todos los días sólo para asistir a la escuela.

Este contexto de movilidad expone a los niños, niñas y adolescentes a múltiples violencias, como la explotación y el abuso sexual, que afectan principalmente a las niñas y adolescentes. Estas experiencias, además de generar graves consecuencias, aumentan el riesgo de normalizar las violencias, volverlas a experimentar o incluso reproducirlas.

Una muestra de esto es la violencia en los entornos escolares, que genera consecuencias físicas y psicológicas, afectando el bienestar emocional y rendimiento académico de los niños, niñas y adolescentes e incluso llevándolos a dejar la escuela.

Cambiar esta realidad requiere de transformaciones profundas que pueden iniciar con acciones sencillas.

Escuelas protectoras

Los niños, niñas y adolescentes pasan gran parte del día en la escuela. Es allí donde aprenden a relacionarse con sus compañeros, a reconocer las diferencias, gestionar los conflictos, identificar situaciones de riesgo para ellos y pedir ayuda cuando han vivido situaciones de violencia, tanto en el propio entorno escolar como en sus hogares.

Por esto, el rol de toda la comunidad educativa – profesores, orientadores, personal administrativo, padres, madres, cuidadores e instituciones locales – es fundamental para hacer de las instituciones educativas espacios seguros y protectores.

Según el Ministerio de Educación Nacional, en Colombia hay 11 millones de estudiantes en edad escolar; el 70% ha vivido algún tipo de violencia escolar y 37% ha sido víctima de acoso escolar.

Cambiar esta realidad requiere de transformaciones que permitan prevenir las violencias, actuar con rapidez cuando ocurren y atender de forma adecuada a quienes la sufren. Por eso, UNICEF, junto a aliados como Together for Girls, trabaja para fortalecer a las comunidades educativas, sensibilizando frente a las violencias, creando rutas claras de respuesta y promoviendo iniciativas que involucren a los estudiantes y aborden los factores que las generan.

Diba fue una de las más de 200 personas – entre docentes, orientadores y funcionarios de instituciones locales – que participaron en este proceso en los departamentos de Arauca, Chocó, La Guajira, Nariño y Magdalena. En su institución se identificó la necesidad de abordar con los estudiantes los estereotipos de género, que con frecuencia son la raíz del acoso escolar.

Durante la formación, los participantes aprendieron estrategias de prevención y regulación emocional y reflexionaron acerca de normas sociales que algunos de ellos incluso ellos mismos normalizaban. Además, se diseñó y socializó el protocolo para la prevención y atención de las violencias contra la niñez en el entorno educativo, basado en los lineamientos del Ministerio de Educación Nacional, con el fin de que las instituciones estén mejor preparadas responder cuando sea necesario.

"Vimos la necesidad de trabajar cómo reaccionaban ante la diferencia y cómo se tratan entre ellos. Muchos estereotipos se ven en el lenguaje, los insultos y las burlas.”

Diba, profesora de una escuela en el departamento de Arauca

La diversidad nos enriquece y el respeto nos une

Gracias a este trabajo, se incidió en 28 planes de acción de Comités de Convivencia Escolar* con medidas concretas para prevenir violencias, especialmente las basadas en género, que afectan con mayor frecuencia a niñas y adolescentes. Este tipo de violencias se manifiestan, por ejemplo, cuando se excluye a una niña de los juegos porque “son solo para hombres” o con situaciones de acoso verbal e incluso violencia sexual.

Además, se formularon 12 iniciativas escolares con y para los estudiantes, que beneficiarán a más de 4.600 niñas, niños y adolescentes, entre las que se encuentran programas radiales, juegos pedagógicos y piezas artísticas que abordan las problemáticas identificadas en cada institución. En la escuela donde trabaja Diba, una de estas iniciativas convirtió un muro del colegio en un espacio de convivencia y participación que ha inspirado a otros estudiantes y docentes.

“Empezamos con talleres con los estudiantes de séptimo grado, para reflexionar acerca de los estereotipos desde sus propias experiencias. Compartían frases que escuchan todos los días y las transformaban. Por ejemplo, cambiaron ‘el rosado es para las mujeres’ por ‘todos podemos vestirnos del color que nos guste’, y ‘las mujeres son las que se arreglan’ por ‘a todos nos gusta estar bien presentados’."

"De estas reflexiones nació la idea de crear un mural colectivo con un mensaje claro: La diversidad nos enriquece y el respeto nos une."

“Estamos trabajando con el profesor de arte, que ahora incluyó el mural como parte de sus clases. Incluso estudiantes de otros cursos quieren hacer murales parecidos. Se ha convertido en un espacio de diálogo entre ellos”, afirma Diba.

Esta experiencia es un ejemplo de cómo con iniciativas participativas y adaptadas a las realidades del entorno, niñas, niños y adolescentes pueden desarrollar reflexiones profundas que actúan como factores de protección y prevención frente a las violencias.

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Estudiantes del séptimo grado trabajando en el mural. Crédito: UNICEF Colombia
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Estudiantes del séptimo grado trabajando en el mural. Crédito: UNICEF Colombia

“En los talleres aprendimos a valorar a las personas tal y como son, y a no juzgar por la apariencia. Me parece importante que hablemos de estos temas, porque así aprendemos a respetar sin hacer distinciones”.

Valeria, estudiante participante del proyecto

El proceso continúa

Para Diba el proceso continúa e incluso busca ampliar su alcance: “Queremos seguir implementando estas herramientas e involucrar a más personas de la comunidad: madres, padres, cuidadores e incluso exalumnos”, afirma. “Siempre les dejo de tarea a los alumnos contarles a sus papás lo que hicimos en el día, porque también es clave sensibilizar a las familias”.

Este tipo de iniciativas reafirman que, a través de acciones prácticas, las comunidades educativas pueden generar procesos participativos que contribuyan a hacer de las escuelas entornos verdaderamente protectores, donde niñas, niños y adolescentes puedan reflexionar sobre la violencia y transformar normas sociales, convirtiéndose en agentes de cambio en sus familias y comunidades.

*Los Comités de Convivencia Escolar en Colombia son instancias obligatorias en todas las instituciones educativas, tanto oficiales como privadas, creadas para promover y fortalecer la convivencia, prevenir la violencia escolar y garantizar los derechos humanos, sexuales y reproductivos de los estudiantes.